Área de montaña, limitada principalmente en su parte sur, por grandes escarpes, donde se asientan comunidades propias de hábitats rupícolas. En las cotas altas de la zona y en el centro de la reserva hay pinares de repoblación que alcanzan incluso lo alto de los escarpes del Paso de la Plata al suroeste del espacio, y que se distribuyen en mosaico por la mitad norte. Igualmente resultan destacables las magníficas poblaciones de acebuches y saucedas en la parte alta del barranco de los Cernícalos, posiblemente las mejores de la isla.
La flora de escarpes es particularmente rica en endemismos como el abundante Bea dorada (Greenovia aurea) o una de las pocas orquídeas de las islas (Orchis patens canariensis); algunos están muy amenazados como la Bencomia (Bencomia brachystachya) o la Mosquera de Tirajana (Globularia sarcophylla).
La reserva ofrece un paisaje montañoso de gran belleza con algunos elementos geomorfológicos destacados, como la Caldera de los Marteles o el pitón fonolítico de Roque Blanco, entre otros. Toda el área ejerce un papel importante en el mantenimiento de procesos ecológicos esenciales, con grandes cuencas de recepción como la de los barrancos de San Bartolomé, Tenteniguada, Temisas, etc., por lo que resulta un objetivo fundamental impedir la erosión en estas cabeceras mediante la protección de los suelos.
Cuenta con una amplia variedad de hábitats donde sobresalen los acebuchales y saucedas de la cabecera del barranco de los Cernícalos, y los abundantes farallones que hay por todo el espacio. En sus escarpes se concentra una alta biodiversidad vegetal endémica de gran interés científico.